sábado, 8 de mayo de 2010

La tragedia aérea del 10 de abril en el aeropuerto militar de Smolensk tuvo como consecuencia que se produjera en los medios una resonancia, tal vez sin precedentes, del tema de la masacre de Katyn y sus aspectos relacionados, como son la dictadura estalinista y las relaciones polaco-rusas. A raíz de ello, no ha faltado quien ha echado una mirada sobre la historia polaca más reciente, en especial en lo que concierne al papel desempeñado en ella por Rusia.

Por este motivo, nos proponemos tratar algunos aspectos de esta cuestión, empezando por la historia más reciente (partiendo, precisamente, de los terribles hechos de Katyn), y continuando en una próxima publicación con etapas históricas anteriores.

Los crímenes de Stalin

La masacre de Katyn fue un crimen terrible, injustificable y despreciable, ordenado por el dictador Stalin y perpetrado por los agentes de su dictadura. El bosque de Katyn, cerca de Smolensk, fue uno de tantos lugares en los que los sicarios de Stalin asesinaron a personas que el régimen consideraba enemigos. Entre ellos, cientos de miles de rusos, enterrados en fosas anónimas en innumerables lugares, incluyendo el propio bosque de Katyn.

En cuanto a los militares polacos asesinados en aquel lugar, las autoridades estalinistas culparon de la masacre a las tropas nazis que invadieron el país durante la II Guerra Mundial. Durante años, ésa fue la versión oficial. Pero Stalin murió en 1953, y su sucesor al frente de la Unión Soviética, Nikita Jruschov, inició un proceso de desestalinización que incluía la rehabilitación de las víctimas del tirano. ¿Podía haberse hecho algo entonces hacer justicia con la memoria de las víctimas de Katyn? Sí.

A finales de los 50, Jruschov planteó a su homólogo polaco, Władysław Gomułka, la posibilidad de explicar la verdad sobre Katyn, es decir, que la matanza había sido responsabilidad de la NKVD de Stalin. Pero Gomułka no estuvo de acuerdo. Opinaba que la sociedad polaca no estaba preparada para esa revelación, lo cual, obviamente, fue un terrible error.

Oportunidad perdida

He aquí la versión sobre el encuentro que ofrece el diario polaco Gazeta Wyborcza:

Hacia finales de los años 50, Jruschov, en una conversación confidencial, propuso a Gomułka hacer pública la verdad. El líder polaco estaba en ese momento de visita en Moscú. En la víspera de un mitin programado en una gran factoría, tuvo lugar un encuentro de carácter privado. El transcurso del encuentro fue relatado años más tarde por Piotr Kostikow, veterano director del llamado sector polaco del Comité Central del PCUS. Jruschov, ya algo bebido, salió con una iniciativa inesperada: “Vamos, Wiesław, mañana hablaremos sobre Katyn, en voz alta y abiertamente. Se lo achacaremos todo a Stalin. Tiene tanto sobre su conciencia que también aguantará esto. (…) Lo haremos de una vez y se tranquilizará todo este horrible asunto”.

Gomułka se quedó como si lo hubiera alcanzado un rayo. Respondió con voz sorda: “No se da usted cuenta de la repercusión que puede tener eso en nuestro pueblo, qué reacciones y sentimientos puede provocar, cómo puede influir en las relaciones polaco-soviéticas. Para nosotros es un tema muy trágico, muy serio, no se puede utilizar para hablar sobre él en mítines. Podría provocar una reacción en cadena. No es suficiente achacárselo a Stalin. La gente querrá saber todos los detalles. ¿Y dónde están enterrados los oficiales? ¿Están todos en Katyn? ¿En algún sitio más? ¿Está usted preparado para responder a todas las preguntas de las familias? ¿No?
Entonces, Nikita Sergéievich, no se puede arreglar este asunto así.”

Versión original en polaco:

Podobno pod koniec lat 50. Chruszczow w poufnej rozmowie zaproponował Gomułce ujawnienie prawdy. Polski przywódca przebywał wówczas z wizytą w Moskwie. W przeddzień wiecu zaplanowanego w jednym z wielkich zakładów pracy odbyło się spotkanie w wąskim gronie. Jego przebieg zrelacjonował po latach Piotr Kostikow, wieloletni kierownik tzw. sektora polskiego w Komitecie Centralnym KPZR. Nieco już pijany Chruszczow miał wystąpić z nieoczekiwaną inicjatywą: "Dawaj, Wiesław, jutro powiemy o Katyniu, głośno i otwarcie. Wszystko zwalimy na Stalina. Tyle ma na sumieniu, to i to zniesie. (...) Zróbmy to raz i będzie spokój z tą całą okropną sprawą".

W Gomułkę jakby grom strzelił. Odpowiedział zduszonym głosem: "Nie zdajecie sobie sprawy, jakie to echo może wywołać w naszym narodzie, jakie reakcje i nastroje, jak to może wpłynąć na stosunki polsko-radzieckie. To dla nas bardzo tragiczna sprawa, poważna, nie nadaje się do tego, aby o niej mówić na wiecach. To mogłoby spowodować reakcje łańcuchowe. Nie wystarczy zwalić na Stalina. Ludzie będą pytać o szczegóły. A gdzie leżą oficerowie? Wszyscy w Katyniu? Czy gdzieś jeszcze? Czy jesteście gotowi odpowiedzieć na wszystkie pytania rodzin? Nie? To, Nikito Siergiejewiczu, tej sprawy tak załatwić się nie da".

Fuente: http://wyborcza.pl/katyn/1,105381,4493646.html

De este modo, a causa del miedo de Gomułka y su falta de confianza en la madurez de su propio pueblo, se perdió una oportunidad de oro para hacer justicia, y las mentiras de Stalin parecieron perpetuarse. Tras el periodo de apertura de Jruschov, y el fracaso de los intentos renovadores del año 68, el sistema soviético volvió de nuevo al inmovilismo político. Una inercia que se prolongó, sin apenas cambios, hasta la llegada de la Perestroika.

La verdad sale a la luz

En 1987, se creó una comisión conjunta polaco-soviética para esclarecer los puntos oscuros en las relaciones históricas de ambos estados. El 13 de abril de 1990, Mijaíl Gorbachov mostró a su homólogo polaco, Wojciech Jaruzelski, unos documentos que confirmaban que la masacre de Katyn había sido obra de la NKVD. En octubre de 1992, ya disuelta la URSS, el presidente polaco Lech Wałęsa recibió más copias de documentos sobre la cuestión de Katyn. En 1993, el presidente ruso Boris Yeltsin, tras entregar más documentación a la parte polaca, depositó unas flores en el monumento a las víctimas situado en el cementerio Powązki, en Varsovia, se arrodilló y dijo: “perdonadnos”.

El gesto de Yeltsin mostraba la vergüenza y el rechazo del pueblo ruso hacia unos hechos ocurridos en su territorio y llevados a cabo, en gran parte, por compatriotas suyos. No obstante, es de justicia histórica señalar que Rusia no es la URSS, que también incontables ciudadanos rusos fueron víctimas de los mismos ejecutores de la masacre de Katyn, y que los que ordenaron aquellos terribles crímenes fueron el dictador Iosif Dzhugashvili (alias Stalin) y su lugarteniente Lavrenti Pavles dze Beria, ninguno de los cuales era ruso (detalle que señalamos únicamente por rigor histórico). Por todo esto, resulta especialmente penoso que, a pesar de la constante entrega de documentos y de las declaraciones de los sucesivos dirigentes rusos, en las que siempre han condenado de forma tajante aquel crimen, la cuestión de Katyn haya quedado enquistada hasta hoy en las relaciones polaco-rusas como una espina venenosa que parece imposible de extraer.

¿Existe alguna explicación para ello? De nuevo la respuesta es sí.

El frente anti-ruso

Tras las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2005 en Polonia, el partido Ley y Justicia forma un gobierno de coalición con otros dos partidos, denominados Autodefensa de la República de Polonia y Liga de Familias Polacas. Lech Kaczyński se convierte en presidente, y su hermano Jarosław en primer ministro. El nuevo gobierno se caracteriza por una ideología conservadora y la defensa de los valores católicos tradicionales. Su política internacional persigue estrechar los lazos con Estados Unidos y mejorar las relaciones con los países miembros de la Unión Europea. En cuanto a la parte oriental del continente, se privilegian las relaciones con Ucrania (la mayor parte de cuyos territorios estuvieron bajo dominio polaco entre los siglos XIV y XVII), Lituania (que también formó parte del estado medieval polaco) y Georgia.

El hecho de que el gobierno de los hermanos Kaczyński orientase su política hacia estos países no es casual. En 2003 y 2004, los movimientos conocidos como “revoluciones de colores” habían llevado al poder, respectivamente, a Mijeíl Saakashvili en Georgia y a Víktor Yúschenko en Ucrania. Estos regímenes compartían con el nuevo gobierno polaco el objetivo de colaborar más estrechamente con EEUU y la OTAN. También compartían otro rasgo importante: unas relaciones con Rusia cada vez más deterioradas y marcadas por el enfrentamiento constante.

En el caso de Polonia, la política del nuevo gobierno hacia Rusia venía marcada por dos elementos principales:

1- Factores ideológico-populistas. Para las fuerzas conservadoras polacas, Rusia es un enemigo histórico, culpable de la pérdida de los territorios orientales del antiguo estado polaco (territorios de mayorías étnicas bielorrusa, ucraniana y rusa, que el estado polaco comenzó a anexionarse en el siglo XIV y que Rusia recuperó entre el XVII y el XX). Rusia también es culpable –junto con Alemania y Austria– de las reparticiones que hicieron desaparecer a Polonia como estado a finales del siglo XVIII (único punto en el que estamos de acuerdo). Por último, también consideran a Rusia culpable de la instauración del comunismo en Polonia.

Por todo ello, para el sector conservador de la sociedad polaca, Rusia es una especie de concepto invariable que sumariza todo aquello que es enemigo de la polonidad. Independientemente del gobierno que haya en Moscú, y sean cuales sean sus gestos y su política, el sector conservador no contempla otra actitud hacia Rusia que el distanciamiento y la desconfianza. No faltará quien muestre comprensión hacia este posicionamiento, a priori maniqueísta, señalando la sufrida historia de Polonia, como si ésta, como cualquier otro estado, no hubiera tenido también actitudes expansionistas y agresivas hacia sus vecinos (por ejemplo, la agresión a Lituania y ocupación de Kiev en 1920-21, y la participación en el desmembramiento de Checoslovaquia en 1938).

Pero los hermanos Kaczyński, además de su ideología conservadora, tenían otro motivo para promover una postura anti-rusa. Como es bien sabido, la mejor forma de demostrar patriotismo y de potenciar en la sociedad un sentimiento patriótico afín es el ataque constante al enemigo de la patria, que en este caso, obviamente, es Rusia. Y eso conlleva un evidente beneficio electoral. En diversas ocasiones, personas independientes y miembros de asociaciones de familiares de víctimas acusaron a los Kaczyński de instrumentalizar el tema de Katyn con fines electorales. Pero por desgracia para todos, como hemos acabado viendo, los Kaczyński y sus acólitos habían encontrado en ese tema un filón que explotar al máximo.

2- Factores materiales y geopolíticos. Como en cualquier otro país y en cualquier otro momento de la Historia, estos factores suelen ser los más ignorados pero los más decisivos. Y es que el quid de la cuestión en las relaciones de Estados Unidos y la Unión Europea con Rusia se encuentra en los recursos energéticos, un tema de vital importancia a nivel mundial y que además constituye la principal fuente de ingresos de Rusia. La lucha por el control de estos recursos determina el actual pulso entre los intereses geopolíticos enfrentados en Europa y Asia Central.

La muestra más notoria de esta pugna se puede apreciar en el trazado del proyecto de gaseoducto “Nabucco”, impulsado por EEUU y la Unión Europea. Este gaseoducto fue concebido como la competencia del proyecto ruso “South Stream”, y su objetivo es transportar gas de Asia Central a Europa sin pasar por Rusia. Como es sabido, EEUU intenta desde hace tiempo conseguir una posición dominante en Asia Central, una zona en la que se instalaron diversas bases militares estadounidenses. Por otro lado, y como ya se ha comentado, en países como Kirguizistán, Georgia y Ucrania aparecieron gobiernos caracterizados por su apoyo a los intereses de EEUU y el enfrentamiento con Rusia. No es casualidad, por cierto, que uno de los elementos clave de “Nabucco” sea su conexión con el gaseoducto que comunica Azerbayán con Turquía a través de, precisamente, Georgia.

Pues bien, en 2006, el entonces ministro de defensa polaco Radosław Sikorski comparó el proyecto de gaseoducto ruso “North Stream”, que debe enlazar Rusia con Alemania, con el pacto Ribbentrop-Molotov. La ministra de exteriores, Anna Fotyga, rechazó la posibilidad de que Polonia se incorporase al proyecto, al mismo tiempo que declaraba que se trataba de una amenaza a la seguridad energética polaca. Por supuesto, si uno busca información en inglés sobre “North Stream”, no dejarán de advertirle que se trata de un proyecto “controvertido” ya que muchos consideran que aumentaría la dependencia energética de Europa respecto a Rusia (con “Nabucco”, por lo visto, Europa no tendría que depender de nadie…).

El frente anti-ruso en acción

Así pues, el gobierno de los hermanos Kaczyński, tanto por ideología como por intereses geopolíticos, estrechó vínculos con el gobierno de Yúschenko en Ucrania y el de Saakashvili en Georgia. Quedaba así conformado un frente anti-ruso en el que, sin duda, gran parte del sector conservador polaco deseaba ver la plasmación de la doctrina del “Prometeísmo” impulsada por el general (y más tarde dictador) Józef Piłsudski.

Los Kaczyński se sumaron así a la retórica anti-rusa de Yúschenko y Saakashvili, acusando a Rusia de entrometerse en los asuntos de sus vecinos y caracterizándola constantemente –de cara a su electorado, pero también al exterior– como una amenaza para la zona y para toda Europa.

Para más inri, el creciente sentimiento anti-ruso alentado por la oficialidad política en diversos países del este de Europa vino acompañado de la rehabilitación y el enaltecimiento de los antiguos colaboradores fascistas (cuando no directamente de las fuerzas filo-nazis) en los países bálticos y Ucrania (caso especialmente sangrante, como veremos luego). Ante esto, los dirigentes de Polonia –país que tanto sufrió la devastación nazi– no tuvieron ningún reproche hacia sus vecinos.

Katarina Chumachenko, esposa de Víktor Yúschenko y ciudadana estadounidense, durante un miting del partido neonazi Alianza Nacional en 1989

El 8 de agosto de 2008, las tropas de Saakashvili lanzaron por sorpresa un devastador y criminal ataque sobre Tskhinvali, capital de Osetia del Sur, matando a cientos de civiles osetios y a soldados rusos de la fuerza de paz de la OSCE. Rusia respondió al desafío de forma contundente. Ante la intervención rusa, la reacción del gobierno de los Kaczyński no se hizo esperar. Los medios polacos lanzaron una campaña de solidaridad con Georgia, y los políticos aprovecharon una vez más para presentar a Rusia como un monstruo agresor (sin embargo, el agredido pueblo osetio quedó en el olvido).

Para mostrar su total apoyo al régimen de Saakashvili, Lech Kaczyński y los principales líderes de las posiciones anti-rusas en Europa –el ucraniano Yúschenko y los presidentes de Estonia, Letonia y Lituania– volaron el 12 de agosto hacia Georgia. Allí, por cierto, se produjo un incidente que hoy podría calificarse de premonitorio. El piloto del avión presidencial, Grzegorz Pietruczuk, se negó a cambiar los planes de vuelo y aterrizar en Tblisi como quería Kaczyński. La reacción de éste fue acusar al piloto de cobardía. “A la vuelta pondremos orden en este asunto” –dijo Kaczyński–. “Si alguien se decide a ser oficial, no debe ser miedoso”.

http://wyborcza.pl/1,76842,5705983,Medal_dla_pilota__co_Lecha_Kaczynskiego_sie_nie_bal.html#ixzz0lYHtNhea

http://wiadomosci.onet.pl/2160380,11,item.html

La guerra de Georgia marcó un punto álgido en la retórica anti-rusa utilizada por los sectores políticos polacos afines a Kaczyński. A los motivos ideológico-históricos ya señalados se sumó la potente campaña propagandística pro-Saakashvili lanzada por los medios “occidentales”. Como ya hemos señalado, Georgia es una pieza importantísima en los intereses geoestratégicos de EEUU, tanto por su condición de país fronterizo con Rusia como por el ya mencionado gaseoducto que debe suministrar combustible al planeado “Nabucco”. De modo que en este tema no podía haber fisuras. Aunque estaba claro que el que había provocado el conflicto había sido Saakashvili con su brutal ataque sobre la capital de Osetia del Sur, los medios de casi toda Europa se lanzaron en su apoyo a la vez que proferían todo tipo de improperios contra Rusia, a la que presentaban como una amenaza mundial.

A los sentimientos impulsados por este ambiente, solo había que añadir la cuestión de Katyn, recurrentemente sacada a la palestra por los dirigentes políticos, para completar el proceso de formación de una opinión extremadamente negativa y de rechazo total hacia Rusia en gran parte de la sociedad polaca. Una sociedad que, por otro lado conoce cada vez menos a sus vecinos eslavos del este.


Espina clavada

De este modo, llegamos a 2010 con la espina de Katyn envenenando aún los sentimientos de los polacos hacia Rusia. Y ello a pesar de que Yeltsin pidió perdón arrodillado ya en 1993, a pesar de los documentos entregados y el acceso a los archivos, a pesar de los actos conmemorativos organizados y las declaraciones de condena de todos los presidentes (Gorbachov, Yeltsin, Putin, Medvédev), la última de ellas poco antes del fatídico accidente aéreo en Smolensk.

En todos los países existe un determinado número de prejuicios y de gente que actúa según esos prejuicios. También, claro está, en Rusia (donde, no obstante, no existe ningún fenómeno comparable al fervor polaco sobre Katyn, a pesar de que Alemania provocó más de veinte millones de muertos, que se dice pronto, entre la población soviética). Pero cualquiera que haya estado en Polonia o tenido tratos con un grupo suficientemente amplio de polacos habrá podido comprobar por sí mismo el grado de presencia del tema “Katyn” en la sociedad y la forma en que éste afecta las opiniones y reacciones de mucha gente hacia los rusos, aunque no hayan visto a un ruso en su vida ni conozcan más de Rusia que lo que ven por la tele. “Es normal”, dirán de nuevo algunos, “es comprensible”…

¿Normal? ¿Comprensible? No, señores, no es normal ni comprensible que los crímenes ordenados por un dictador hace 70 años continúen pesando sobre la sociedad polaca de esa manera, y que le impidan normalizar su relación con un país que desde hace 20 años le tiende la mano del perdón y la reconciliación.

No es normal, entre otras cosas, porque hace ya mucho tiempo que el tema de Katyn no recibe en Polonia un trato normal. Al contrario, ha sido un tema instrumentalizado políticamente, utilizado, mediatizado, se ha convertido a las víctimas en armas propagandísticas. Esta es la dolorosa verdad. Para los Kaczyński y sus afines, el objetivo principal en relación al tema de Katyn nunca ha sido hacer justicia con la memoria de las víctimas, sino utilizarlas como instrumento contra Rusia, y ello se puede comprobar de forma clara e inequívoca en el tratamiento diametralmente opuesto que han tenido unas víctimas u otras en función de su utilidad o no en esta tarea.

Las víctimas totales de lo que globalmente se ha dado en denominar “Katyn” (incluyendo los fusilamientos en otros campos) ascienden a unos 22.000 ejecutados, en su mayoría militares. Pero éstas no fueron las únicas víctimas polacas de esa época convulsa, ni mucho menos. Entre 1943 y 1944, el denominado Ejército Insurgente Ucraniano, de ideología nacional-fascista, asesinó a entre 50.000 y 60.000 civiles polacos en la región de Volynia.

Si la matanza de Katyn, en el que 22.000 militares fueron fusilados o ejecutados de un tiro en la nuca, fue un crimen atroz, ¿cómo cabe calificar la masacre de 55.000 civiles (hombres, mujeres, niños), asesinatos frecuentemente precedidos de violaciones y vejaciones, y cometidos de las formas más horribles y sanguinarias? Se trata, obviamente, de una pregunta retórica, igual que esta otra: ¿A qué se debe la diferencia en el tratamiento de los crímenes de Katyn y los de Volynia?

El estupor de cualquier persona sensata ante esta cuestión sin duda debe aumentar al constatar el siguiente hecho. Por los crímenes de Katyn, como hemos señalado, ya se ha pedido perdón varias veces. Sin embargo, por la masacre de Volynia ningún representante ucraniano ha pedido perdón. Lo que es peor, el gobierno de Yúschenko llevó a cabo un proceso de rehabilitación de la memoria del Ejército Insurgente Ucraniano, convirtiendo a sus miembros (los mismos autores de la masacre de Volynia) en “héroes de la patria” y erigiendo monumentos a sus líderes. Por este enaltecimiento de elementos genocidas y fascistas, Yúschenko no recibió ninguna crítica desde la Unión Europea ni EEUU. La razón es fácil de entender: Yúschenko, líder de la “revolución naranja” auspiciada por “occidente” era uno de los principales peones de los intereses anti-rusos. Más paradójico y escandaloso debería parecer el hecho de que Yúschenko tampoco recibiera ninguna crítica desde el gobierno polaco, es más, incluso gozó de un trato de favor por parte de éste. Pero, como hemos mostrado, los intereses políticos y el deseo de hostigar a Rusia eran (y son) para algunos una cuestión mucho más importante que la voluntad de hacer justicia histórica con las víctimas.

Conclusión

Existen, por desgracia, secuelas preocupantes causadas por la constante instrumentalización de los crímenes de Katyn y la obsesión por el tema que el gobierno de los Kaczyński inculcó en gran parte de la sociedad polaca. A día de hoy, sigue existiendo un sector –tal vez minoritario, pero con una fuerte presencia social y mediática– que continúa instalado en un discurso recriminatorio e incluso despectivo hacia Rusia, exigiéndole cosas que hace ya tiempo que se están dando (disculpas, reconocimiento, entrega de documentos), de forma que no queda más remedio que suponer que, haga lo que haga Rusia, dicho sector nunca se dará por satisfecho. Un ejemplo claro lo tenemos en la aparición recurrente de ciertas declaraciones en relación al accidente aéreo del 10 de abril en Smolensk.

Después de las espontáneas y calurosas muestras de solidaridad del pueblo ruso, y a pesar de que los responsables polacos de la investigación siempre han calificado la cooperación rusa como “excelente”, constantemente surgen voces que intentan arrojar sospechas sobre este o aquel detalle, al tiempo que expresan su disconformidad con tal y tal aspecto. Para esta mentalidad, se entiende, no cabe más explicación que Rusia sea siempre la culpable de todos los males y que siempre lo haga todo de la forma en que más perjudique a Polonia. Por ese motivo, unos recriminan a las autoridades rusas que hayan intervenido en la investigación, asegurando que ésta debería haberse llevado a cabo únicamente por polacos. Otros, como el diario Rzeczpospolita, se enzarza en disquisiciones absurdas preguntando por qué se recurrió al protocolo internacional de Chicago y no al acuerdo polaco-ruso de 1993 sobre catástrofes aéreas. También hay quien prefiere fijarse en los cambios de las luces en el aeropuerto después del accidente, en sí éste podía haber instalado medidas de seguridad adicionales, y hay quien sigue negando cualquier intromisión del presidente para forzar al piloto a aterrizar (cuando está claro que así fue, y en la grabación de la caja negra se constata que, momentos antes del accidente, en la cabina se encontraba Mariusz Kazana, director de protocolo del Ministerio de Exteriores polaco). Todo ello, por supuesto, porque para dicho sector es simplemente impensable que, ante una catástrofe de tal magnitud, Rusia no tenga ninguna responsabilidad.

Sin embargo, hasta el momento, que se sepa, las autoridades rusas no tienen el poder sobrenatural de reunir niebla sobre los aeropuertos ni de influir en las mentes de los pilotos para obligarlos a aterrizar en condiciones adversas. Recordemos, además, que desde el aeropuerto de Smolensk advirtieron claramente de estas condiciones y recomendaron el aterrizaje en Minsk o Moscú. Por lo tanto, todas las elucubraciones posteriores son simplemente fruto de una mentalidad que se niega a aceptar otra posibilidad más que la culpabilidad rusa en todos los aspectos posibles.

La obsesión por el tema de Katyn llevó a Kaczyński a forzar a su piloto a una decisión que acabó por costarle la vida a casi cien personas. Del mismo modo, ese sector de la sociedad polaca –que, repetimos, por suerte, no la caracteriza– atascado en una interpretación obsesiva sobre lo que simbolizan Katyn y Rusia debería, por su propio bien, comenzar a mirar las cosas desde un punto de vista que les permita ver más allá de sus propias narices.

sábado, 12 de diciembre de 2009

"Memorial" a sueldo de George Soros

Recientemente, la Oficina del Parlamento Europeo en Barcelona organizó un acto en el cual la organización “Memorial” volvió a expresar sus consabidas críticas al actual gobierno ruso. Con motivo de este acto, un grupo de personas a las que el futuro de Rusia no resulta indiferente creemos necesario exponer algunos puntos:

“Memorial” es una de tantas organizaciones subvencionadas principalmente con fondos estadounidenses. En esta sección de la propia web de la mencionada organización: http://memo.ru/about/spons.htm se observa que los dos primeros patrocinadores listados son el Fondo Soros (del que hablaremos después) y el Fondo Ford. (Nota: esta parte solo está disponible en ruso, pero los que desconozcan esta lengua pueden utilizar herramientas como el traductor de google para comprobar estos datos).

Por supuesto, recibir dinero de instituciones estadounidenses no implica, en principio, nada reprobable. Es más, algunos argumentan que para las numerosas organizaciones de corte similar que han proliferado en los últimos años por Europa oriental y Asia central resulta indispensable la ayuda occidental. Con esto viene implícita la discutible idea de que estas organizaciones son indispensables para los países donde han aparecido. Su funcionamiento en todos ellos sigue un mismo patrón: afirman defender los derechos humanos, promueven la aplicación de una serie de criterios políticos y económicos que satisfagan a occidente, etc. Se comprende, obviamente, que todo ello está interrelacionado. Es decir, cuanto más se resista un determinado gobierno a aplicar los criterios prescritos por occidente, tanto más será acusado de poco democrático y de no respetar los derechos humanos. Y a la inversa. Se entiende así –como por desgracia estamos acostumbrados a ver en el panorma internacional– por qué los derechos humanos de unos parecen contar más que los de otros, sin dejar en ningún caso de ser meramente instrumentos esgrimidos como arma política.

El Fondo Soros, principal financiador de “Memorial”, corre a cargo del multimillonario George Soros y su Instituto para la Sociedad Abierta (http://www.soros.org/). En Internet y otros medios de comunicación existe información más que abundante sobre Soros, especialmente en lo referente a sus hazañas en la inversión especulativa, por lo cual no nos detendremos mucho sobre esta faceta del personaje, dejando a cada cual la opción de informarse al respecto por su cuenta. Sobre los objetivos de su institución, éstos, como expresa su propio nombre, consisten en transformar a las “sociedades cerradas” en “abiertas”, y ello se consigue cumpliendo una serie de criterios económicos y políticos.

Pero nadie mejor que el propio Soros para explicar cuál es su visión sobre Rusia y lo que ésta debe ser para que la consideren, al fin, una “sociedad abierta” aprobada y bendecida por occidente. Sus ideas al respecto se expresan con toda claridad en los siguientes enlaces:

http://www.project-syndicate.org/commentary/soros46/Spanish
http://www.portalforestal.com/informacion/2655-soros-mis-previsiones-para-2009.html

De las afirmaciones del señor Soros se pueden deducir varias cosas:

“(Europa) debe protegerse de la amenaza geopolítica planteada por una Rusia novedosamente arremetedora y aventurada”. Es decir, Rusia plantea una amenaza para Europa. “Arremetedora y aventurada” significa que se sale del papel que le obligaron a representar durante la era Yeltsin: el de mero espectador de la expansión de los intereses políticos, económicos y militares de ese mal llamado “occidente”.

“La clave para neutralizar la ventaja geopolítica de la que disfruta Rusia es establecer una política energética unificada con una autoridad regulatoria a nivel europeo”. Es decir, a Soros (como a tantos otros) le parece muy mal que Rusia sea fuerte en el sector energético. Solo Europa y EEUU, por lo visto, tienen derecho a ser fuertes en este sector (y a dictar sus condiciones a los demás).

“[…] los principios de una sociedad abierta tienen que perseguirse de manera indirecta, reformando el sistema financiero internacional y prestándole especial atención al exterior cercano de Rusia”. Más claro, el agua.

“[…] hay que ayudar a Georgia a recuperarse del daño infligido por la invasión rusa”. Y es que todo el mundo sabe, por supuesto, que Rusia invadió brutalmente Georgia, etc. Porque ni los osetios ni los abjasios tienen ningún “memorial” que haga bandera de su causa entre los intelectuales occidentales.

Éstas son, entre otras, las advertencias sobre Rusia que George Soros lanza a Europa. He aquí, pues, al individuo que financia a “Memorial”.

Rusia, en efecto, se ha convertido en un país fuerte en aspectos donde había quedado muy debilitada. Ya no se resigna sumisamente a ver cómo se trazan planes para privarla de su principal fuente de riqueza (léase el proyecto de gaseoducto “Nabucco” auspiciado por occidente) mientras EUU/OTAN instala bases en todo su entorno inmediato. Y, como ya no se achanta ante el acoso y hostigamiento, la acusan de “hostil” y de ser una amenaza.

No es casualidad que los dirigentes y los medios occidentales solo hayan aplaudido a Rusia durante la era Yeltsin. Para ellos, ése es el camino en el que debería haber permanecido: un país cada vez más débil, sin autoridad interna ni externa, humillado, con un empobrecimiento galopante que culminó en la gran catástrofe de la crisis del 98. Ésa es la Rusia que desean ver. Afortunadamente, los gobiernos posteriores a Yeltsin sacaron a Rusia de la lamentable situación en la que se encontraba. Por eso –y por ningún otro motivo– Putin es vilipendiado en “occidente”, a pesar de haber sido un presidente democráticamente elegido.

Ésa, y ninguna otra, es la misión de organizaciones como “Memorial” y tantas otras financiadas por gente como Soros. Desprestigiar y criminalizar a los gobiernos que no sigan el guión dictado, acusarlos de retrógrados, antidemocráticos, autoritarios, etc., presionar y, si pueden, hacerlos caer. E instalar en su lugar a títeres sumisos. Como se hizo mediante la “Revolución Naranja” en Ucrania, la “Revolución de las Rosas” en Georgia, la “Revolución de los Tulipanes” en Kirguizia y se intentó con la fallida “Revolución del Aciano” en Bielorrusia.

Por todos es conocido el resultado de la “Revolución Naranja” en Ucrania: la llegada al poder de un régimen abiertamente rusófobo, que se dedicó a rehabilitar la memoria de los asesinos fascistas del UPA y a levantar monumentos al fascista Stepan Bandera, un régimen embarcado en una intransigente campaña de “ucranización” forzosa de la mitad rusohablente del país, y cuyo principal objetivo parece ser la creación constante de tensiones con Rusia, incluso cuando con ello incurre en el prejuicio de las necesidades e intereses del pueblo ucraniano. Nada de esto parece preocupar lo más mínimo a los intelectuales occidentales, porque, como ya se ha dicho, los derechos humanos de unos cuentan más que los de otros, dependiendo de quién te lo explique.

En septiembre de 2008, por cierto, el presidente ucraniano Yúschenko se reunió con George Soros en Nueva York para “estudiar la realización de reformas democráticas sistemáticas en Ucrania”. También trataron el tema de Georgia:

http://www.president.gov.ua/ru/news/11388.html

Yúschenko y SorosEsperamos, aunque quizás sea ya un caso perdido, que algunos intelectuales occidentales puedan preguntarse por qué motivo el presidente de un país tiene que desplazarse a Nueva York para consultar con un especulador multimillonario la forma de implantar reformas democráticas.

Volviendo al caso concreto de Rusia, y para concluir: “Memorial” y organizaciones afines afirman luchar contra un régimen autoritario y poco democrático. Pero lo cierto es que no representan ni de lejos a la mayoría de la población, ni a sus preocupaciones e intereses. Su apoyo social es escasísimo. Nadie las ha invitado. Digan lo que digan sus miembros (algunos, probablemente, incluso creerán sinceramente en lo que dicen), no están ahí para defender los derechos humanos, sino con un fin muy concreto: hacer que Rusia pase de ser un país capaz de oponerse a occidente, y competir con él, a ser un país sumiso y que no le cause problemas.

Una penúltima aclaración: lamentamos profundamente el asesinato de Estemírova. También lamentamos que ese asesinato se esté instrumentalizando en la enésima campaña propagandística contra el gobierno de Rusia, basada en acusaciones sobre las que no existe prueba ninguna. Los que pretenden dar lecciones de democracia deberían recordar que existe un concepto llamado “presunción de inocencia” y que la culpabilidad de cualquiera debe demostrarse con pruebas.

El día en que organizaciones como “Memorial” renuncien a la financiación de elementos como Soros, comenzaremos a otorgarles credibilidad. Hasta entonces, nuestro apoyo será nulo.